SIETE HÉROES OLVIDADOS

Recordamos con el excelente blog “Decíamos ayer…” la despedida a Carlos Sacheri aquel fatídico diciembre de 1974. No cabe a Sacheri otro término que el de mártir, aunque el obispo de San Isidro se haga el distraído y niegue el inicio del proceso canónico correspondiente.

Pero hay otros mártires, o, quizá, mejor dicho, héroes. Hay muchos héroes gloriosos de aquellos años que dieron todo por la Argentina y que hoy ya nadie los recuerda.

Hoy se cumplen cuarenta y seis años del ataque de un grupo de insanos contra el cuartel de Monte Chingolo.

Si hoy la Argentina no está gobernada por un criminal como Santucho, o como Firmenich, es por el valor y el sacrificio de tantísimos héroes de aquellos días.

Veamos una síntesis de cómo se vivía en el país en aquel diciembre, hace menos de cincuenta años.

“Mil novecientos setenta y cinco se extinguió con una enorme carga de incertidumbre para todos los argentinos. No bien se había cerrado el episodio de los militares nacionalistas de la Fuerza Aérea, cuando el ejército de Santucho intentó, nuevamente, dar un zarpazo sobre una unidad militar.

El alzamiento de Capellini había cesado el veintidós de diciembre de ese año. El veintitrés, es decir al día siguiente, se produciría la operación más importante del autodenominado Ejército Revolucionario del Pueblo en el ámbito urbano.

Ya en años anteriores el ERP había intentado someter y controlar el Comando de Sanidad, al que accediera por el soldado traidor Hernán Invernizzi, y a la Guarnición Militar de Azul. En ambos casos los desenlaces fueron catastróficos tanto en vidas humanas como en resultados concretos. Pero “Robi” Santucho no escarmentaba, seguía enviando a la muerte a decena de hombres y mujeres sin conmoverse.

Santucho quería dar un golpe de efecto gigantesco al atacar una unidad militar a escasos kilómetros de la sede del gobierno nacional, demostrar que el ERP seguía en pie de guerra y vengar el aniquilamiento que los militares estaban logrando sobre su gente en el monte tucumano. Esta vez el objetivo elegido sería una unidad de apoyo logístico: el Batallón de Arsenales 601, ubicado en Monte Chingolo, en el partido de Lanús.

Alrededor de trescientos hombres y mujeres de esta banda de irregulares participaron de la operación. La mayoría de ellos integraban grupos y pelotones que debían aislar el lugar, impidiendo que, producido el ataque, llegaran refuerzos militares, mientras los grupos de asalto forzaban la entrada al cuartel, exterminaban a sus defensores y robaban todo el material que les fuera útil. Pero para que este tipo de operación resulte exitosa es imprescindible la sorpresa; sin ella, más vale no iniciar nada. Y el ERP, en el ataque a Monte Chingolo, no sorprendió a su enemigo. Las fuerzas atacantes estaban infiltradas. Ni bien un vehículo robado embistió los portones del Batallón, dando con eso la señal de ataque a los guerrilleros, todo un dispositivo de contraataque, cerco, persecución y aniquilamiento de los subversivos, se puso en marcha. El final de cuentas de la acción no pudo ser más estrepitoso. Las bajas rondaban el centenar, solo dentro del cuartel había alrededor de cincuenta subversivos muertos,…El ERP volvía a fracasar militarmente…pero lo más significativo era que su desvinculación con el hombre común era ya irreversible, nadie entendía semejante locura”. (Unos y otros. Y otros)

“Pero las malas noticias de ese diciembre, para la izquierda armada del país, no terminaban todavía. El veintiocho de ese mismo mes era apresado, en circunstancias poco épicas, el lugarteniente de Firmenich, el abogado y agente cubano Roberto Quieto, subjefe de Montoneros. En una situación propia de un burócrata o un burgués, Quieto fue detenido tomando sol en una playa contraviniendo todas las medidas de seguridad que Montoneros exigía a sus miembros…Las consecuencias que produjo la caída del números dos de Montoneros fueron calamitosas para la Organización… La información que suministró abarcaba nombres, reales o velados, modus operandi, casas clandestinas, fondos, administración, logística y planes…Montoneros juzgó a su segundo jefe en ausencia y  lo condenó a muerte, pero nunca tuvo oportunidad de ejecutar la sentencia.

Cualquier persona lúcida podía deducir que Isabel Perón tenía los días contados. El régimen no tenía figuras de recambio. Para colmo, el líder de la oposición y presidente de la Unión Cívica Radical, doctor Ricardo Balbín, poco tiempo después y en uno de sus inhabituales momentos de sinceridad, confesó que no tenía soluciones a los problemas de los argentinos.

Para la partidocracia las cartas estaban echadas. Ese fin de año, el país tuvo la certeza que mil novecientos setenta y seis sería el año crucial en que todo se definiría. El régimen se hundía a ojos vistas. El futuro lo zanjarían  las armas.” (Unos y otros. Y otros).

Hace cuarenta y seis años, en Monte Chingolo, siete héroes entregaban su sangre por la libertad de nuestra nación, ellos fueron: el Capitán Luis María Petruzzi, el Teniente Primero José Luis Spinazzi, el Sargento Ayudante Roque Cisterna, los Soldados Conscriptos Roberto Caballero, Benito Rúffolo y Raúl Sessa, del Ejército Argentino y el Cabo Segundo Enrique Grimaldi, de la Armada Argentina.

Hoya ya nadie los recuerda, ni el sitio oficial del Ejército Argentino ni la página de FB del Batallón de Arsenales 601 hace mención de los nombres de estos soldados con mayúsculas, que murieron en combate. No hay escuelas ni calles que recuerden sus nombres.

No es solo que no debemos olvidarlos, no queremos hacerlo.

Y mientras la Patria derrama, casi en secreto, una lágrima por estos argentinos predilectos, tengamos la seguridad de que, como soldados cristianos que eran, ya forman parte de la milicia celestial.

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