Los coleccionistas

Todos sabemos quién es Horacio Verbitsky. No hace falta escarbar en su canallesco pasado de terrorista, vendido después a la Fuerza Aérea y vuelto a las andadas con el retorno de la partidocracia al país. Tampoco interesa ahora del porqué ha sufrido el desprecio de sus antiguos compañeros de militancia. Ni interesa en esta nota subrayar su función de titiretero de los gobiernos kirchneristas, con amplia capacidad de veto y de imposición de sus ideas. Recuerdo perfectamente cuando el general Bendini, el que se subía a los banquitos para descolgar cuadros de otros generales, lo consultaba personalmente para “consensuar” la lista de candidatos que el Ejército Argentino presentaría al Congreso para el ascenso de los oficiales superiores. Bendini necesitaba de la venia del antiguo terrorista.

Verbistky, en su rol de periodista, se ha consolidado como el más inteligente y activo de los enemigos de la Iglesia y de la Argentina. A fuerza de imponer terror con sus libros y escritos, le temen los políticos, gremialistas, militares, obispos y los mismos periodistas. Su capacidad de daño es inmensa porque el caudal de información que maneja es muy grande y porque tiene determinación. Hoy es consultor imprescindible de la cúpula kirchnerista.

Este agente del NOM, financiado ingentemente por vaya a saber quién, puede exhibir un larguísimo palmarés de quienes ha hecho caer o ha desprestigiado ante la opinión pública. Por eso es el temor que suscita.

Pero hay alguien a quien Verbitsky hubiera querido incorporar a su vitrina de trofeos: el cardenal Bergoglio.

Verbitsky se afanó, insumió muchísimo tiempo y recursos para lograr que la justicia llevara a sus estrados, como acusado, al entonces arzobispo de Buenos Aires por la detención y cautiverio de dos sacerdotes jesuitas durante el gobierno militar. No es que al pseudo periodista le importara la vida o el destino de los jesuitas, pero hubiera dado cualquier cosa por logra enjuiciar y, eventualmente, condenar a un cardenal de la Iglesia Católica.

Y sobre este tema, la relación Verbitsky – Francisco, la revista NOTICIAS, nos trae un interesante reportaje al ex guerrillero.

Aunque el entrevistado no lo diga textualmente, subyace en él la idea de que con la elección de Francisco como Papa ha desaparecido la posibilidad y el anhelo de él, de Verbitsky, de verlo condenado por el secuestro de los jesuitas.

Y en el reportaje hay pequeñas perlas que vale la pena comentar.

Verbitsky tuvo que retirar, cuando Francisco asumió como Papa, de la web del diario Página 12, donde escribía, ocho notas que había editado contra el entonces cardenal Bergoglio. ¿Quién le ordenó a Verbitsky retirar esas ocho notas? Con seguridad que no fue por voluntad propia. La entonces presidente, Cristina Kirchner, no tenía ni tiene autoridad sobre el ex guerrillero, al contrario, es una de las que le temen. Entonces, ¿a quién obedecía el terrorista al quitar esas ocho notas? No es descabellado pensar que haya recibido la orden desde el exterior.

Verbitsky, al igual que tanta gente, califica a Bergoglio como un permanente “constructor de imagen” y cita como ejemplo el de los zapatos viejos. No está tan errado el terrorista, agreguemos la anécdota de que permanentemente se quejaba del “calor que hacía en el subte”, para dejar claro que él, cardenal, viajaba en subte o el olvidable libro El Jesuita, de Rubín, para contrarrestar los escritos de Verbitsky. Todas, pequeñas y grandes, operaciones de marketing, a las que Verbitsky añade la producción de Netflix sobre “los dos Papas”. 

Otro aspecto que también tiene miga es la reflexión del terrorista al decir que “ahora Bergoglio está haciendo cosas importantes”, que no es más que una alabanza para el actual Papa. Lo que nos preguntamos ahora es ¿qué estará haciendo el Papa para que a este enemigo de la iglesia lo entusiasme?

Se equivoca Verbitsky cuando dice que Francisco vive obsesionado con lo que pasó con los dos jesuitas. No lo creo, ese episodio debe haber quedado ampliamente superado en la conciencia de Francisco y Verbitsky, para el papa, ya no da la talla para ser su enemigo más importante. No obstante ello, seguramente a Francisco le interesaría una foto con Verbitsky. Dado que según el terrorista, él, Verbitsky, es el único y último que no se ha rendido a la “seducción” de Francisco sobre sus antiguos enemigos.

¿Qué habrá hecho el Papa para seducir a toda la lacra izquierdista y anti Iglesia para metérsela en el bolsillo? ¿A qué se habrá comprometido? ¿Qué habrá cedido?

Verbitsky dice que hubo tres gestiones para lograr que él se reconcilie con el Papa, foto mediante. Este episodio repugnante, el de gestionar una foto con este sujeto, ¿por qué no nos resulta inverosímil en el Vaticano de hoy?

El orgullo y la soberbia del ex terrorista impiden que esa foto se haga. Pero él sabe que por más que siga pataleando por el caso de los dos jesuitas, la partida con Bergoglio ya la perdió. No sirve de nada que haya reeditado un libro contra la Iglesia a la que le aumente doscientas hojas contra Bergoglio. Le dieron jaque mate.

Como cuando éramos chicos y juntábamos figuritas para completar un álbum, tanto el ex terrorista como el Papa actual, han ido coleccionando enemigos a los que vieron caer. Verbitsky se especializó en militares, policías, políticos, etc. Y Francisco vio pasar por su vida, básicamente, a religiosos de diversas jerarquías, incluso de las más altas, ahora en su vitrina está Cristina Kirchner, Hebe de Bonafini y otras lacras semejantes.

A los dos les falta la última figurita para terminar la colección.

Apostaría a que Francisco tiene más posibilidades de hacerlo primero.

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