Leyendo las noticias de hoy en los diarios, encontramos que el presidente Mauricio Macri continúa, desde hace varios días, haraganeando, una vez más, mientras el país se le cae a pedazos, en la zona de El Bolsón.
En esos menesteres estaba yo cuando recordé que, hoy también, se cumplen doscientos ochenta y cuatro años de la muerte de mi séptimo abuelo, Don Gabriel de Torres y Gaete.
¿Qué relación tiene una cosa con la otra?
Veamos.
Ambos fueron gobernantes, pero, ¿cómo entendía uno y cómo entiende el otro sus funciones?
Gabriel de Torres nació en Buenos Aires en 1692 y era hijo del Capitán Pascual de Torres Salazar y Rodríguez de las Varillas y de Francisca de Gaete Hurtado de Mendoza. Ambos descendientes de conquistadores. Tuvieron ocho hijos y entre su prolífica descendencia, que está registrada en el Nobiliario del Antiguo Virreinato del Río de la Plata de Carlos Calvo, encontramos tres presidentes argentinos, innumerable cantidad de guerreros de la independencia, gobernadores, etc.
Entre los hijos del matrimonio Torres-Gaete encontramos a José Ignacio, al cual volveremos más adelante, casado con María Ignacia Fernández de Córdoba, descendiente del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, que tantas proezas realizara al servicio de los Reyes Católicos, y a Leocadia, casada con Miguel de Riglos. De este último matrimonio descienden muchísimas familias tradicionales de Buenos Aires, como así también, otro héroe español, José Antonio Primo de Rivera.
Volvamos a mi séptimo abuelo, Don Gabriel de Torres.
Habiendo nacido en Buenos Aires, partió muy joven a Córdoba, con su hermano Gregorio, a estudiar al Colegio Monserrat, durante el período en que este colegio estaba regido por los jesuitas y que había alcanzado ya un gran prestigio. Su hermano Gregorio, posteriormente, ingresaría a la Compañía de Jesús.
Gabriel, en Córdoba, conoce y se casa con Agustina Sánchez de Loria y Ortiz Caballero, descendiente de tradicionales familias cordobesas. El joven matrimonio parte a Salta, donde se establece, y de él nacen once hijos, dos de los cuales serán sacerdotes, uno de ellos de la Compañía de Jesús.
Estando en Salta, Don Gabriel de Torres se convierte en un poderoso hacendado y también alcanza el grado de Maestre de Campo, lo que hoy sería un Coronel.
Al tiempo, mandó a pintar un Cristo (el Señor de Vilque) por un famoso pintor peruano y, cuando se lo traían, llegando a su hacienda, pasó algo similar a lo de la Virgen de Luján. La mula que se negaba a avanzar cuando tenía el cuadro sobre el lomo y que avanzaba cuando se lo quitaban. Hasta que Gabriel de Torres concluyó que «el Señor quería quedarse en ese lugar». Hoy, la devoción del «Cristo del Sumalao», es la segunda en popularidad en Salta, después de la del Señor del Milagro, habiendo concurrido, el último año, más de cuarenta mil salteños a la fiesta del Señor del Sumalao.
Ya en 1734, Gabriel de Torres es alcalde de Salta, dependiendo de la Gobernación de Tucumán, a cargo, en ese momento, de Domingo de Isasmendi.
En la función de alcalde lo asiste su hermano, José Ignacio, que también se había radicado en Salta.
Era esta una época en que arreciaban los malones en el noreste de la actual Argentina.
A principios de enero de 1735, llega la noticia de que los indios mocovíes se aproximan, amenazantes, a Salta. La ciudad no tenía cómo defenderse de un posible ataque de los agresores. Isasmendi, muy lejos, le pide a Gabriel de Torres que hiciera lo posible para ganar tiempo mientras él reúne una fuerza de milicias apropiada para enfrentar la inminente invasión.
Gabriel de Torres y Gaete y su hermano José Ignacio, entendieron cabalmente cuál era su responsabilidad como gobernantes.
Doy paso ahora a lo escrito por Carlos Federico Ibarguren (también descendiente de Pascual de Torres Salazar), que puede leerse en el excelente sitio Genealogía Familiar: “En los primeros días del año 1735, una invasión de indios mocovíes, salida del Chaco, amenazaba con arrasar la ciudad de Salta. El Gobernador Isasmendi movilizó las milicias locales para la resistencia, en tanto los Alcaldes José Ignacio y Gabriel de Torres Gaete, «vestidos con casacas de terciopelo negro y ceñidas las espadas cual correspondía a su dignidad – refiere Frías -, marcharon a caballo a parlamentar con los salvajes, que habíanse detenido en «la Pedrera», a más o menos tres leguas de la población. Agitando una bandera blanca, los dos parlamentarios, sin escolta ninguna, se metieron entre los indios enfurecidos y llegaron hasta donde estaban sus caciques, en medio de una gritería infernal que reclamaba el exterminio de ese par de cristianos. Ante el jefe de los bárbaros de nada valieron las proposiciones que ambos emisarios traían; y los valientes hermanos Torres Gaete fueron degollados allí mismo, sobre una gran piedra que sirvió de ara para el sacrificio».
Los mocovíes, luego de esas muertes, se alejaron y no invadieron la ciudad.
Por último, traigo a colación el motu proprio del Papa Francisco titulado: “Maiorem hac dilectionem”, que publicara el Vaticano el 11 de julio de 2017, en el que estableció que ofrecer la vida sabiendo que vendrá una muerte segura es una nueva vía para proceder a la beatificación de un fiel. Como saben, hasta ahora se podía acceder a una beatificación a través de “la práctica heroica de las virtudes” o por vía del martirio.
Esta es una tercera vía que la Iglesia Católica reconoce.
El entonces Prefecto de la Congregación para la causa de los Santos, cardenal Angelo Amato, el 05 de Enero de 2018, en una entrevista en L´Obsservatore Romano, explicó en qué consiste esta nueva vía, poniendo cuatro ejemplos para que se entienda mejor (el texto completo se puede encontrar en el portal Infovaticana).
Transcribo, textual, el segundo ejemplo que pone el purpurado:
“2.- Aquellos cristianos –como obispos, párrocos, misioneros, médicos, educadores, militares, padres o madres de familia– que se ofrecen espontáneamente por un acto de caridad personal o social altamente riesgoso que hace prever como cierto el sacrificio de la vida”.
(*La imagen corresponde a la fiesta del Señor del Sumalao, en Salta.)
Muy bueno Antonio!!! Habría que investigar a qué se dedicaba el séptimo abuelo del «Niño Pijo» jajaja
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¡Increíble! La reconstrucción del árbol genealógico y ni hablar de la acción heroica de estos dos hombres, tan ajena a las costumbres actuales. Ojalá sea recordada como se merece.Un saludo cordial.
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