Con perplejidad nos anoticiamos de que el Vaticano, hoy, ha fijado fecha para declarar solemnemente como beato a Monseñor Enrique Angelelli. La ceremonia tendrá lugar el 27 de abril del año venidero.
Teníamos la esperanza, después de la intervención en contrario de Monseñor Héctor Aguer y, más recientemente, de otro obispo emérito, Monseñor Antonio Baseotto, también en el mismo sentido, de que las autoridades vaticanas, por lo menos, suspendieran esa iniciativa y procedieran a reconsiderar el caso.
En vano.
¿Cuáles son los elementos de juicio con que cuenta la Congregación para la Causa de los Santos como para obrar de esta manera?
¿Esos elementos de juicio, de existir, son secretos? ¿Por qué no se dan a conocer?
Los antecedentes conocidos de la vida del futuro beato son realmente siniestros. No voy a puntualizarlos aquí. Abunda material sobre ese tema en internet. La carta de Monseñor Baseotto que circula hace unos días y que puede leerse AQUÍ o algunos datos biográficos de Angelelli que pueden leerse AQUÍ, son más que elocuentes.
El episodio que relata la señora María Lilia Genta respecto al pedido de «fierros para los muchachos» y que puede leerse AQUÍ, me fue relatado por mi padre allá por la década del setenta, y agrego que mi padre tuvo relación de amistad con el Padre Eliseo Melquiori y con su hermano, también sacerdote.
Pero hay más cosas que nos hacen pensar… y dudar sobre esta decisión vaticana.
El Padre Jorge Bergoglio era, por aquella época, provincial de los jesuitas en la Argentina.
¿No sabía este provincial quién era Angelelli y en qué andaba? Todos los argentinos medianamente informados lo sabíamos. Yo mismo, con dieciocho o veinte años, sin pertenecer al mundillo eclesiástico, lo sabía.
El Cardenal Jorge Bergoglio, por el año 2006, era presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. Este organismo le encargó una investigación sobre el caso a Monseñor Giaquinta. Al término de su trabajo, Giaquinta concluyó que no había elementos de prueba que permitieran concluir que la muerte de Angelelli se tratara de un crimen.
¿No leyó el Cardenal Bergoglio ese informe que él mismo había solicitado?
Esta beatificación, de concretarse, es inaudita.
No está probado que lo hayan matado.
Hay dos oficiales superiores de las Fuerzas Armadas, uno de ellos ya fallecido, condenados por ser los autores mediatos. Una sentencia inicua. No habiéndose probado el crimen y no habiendo sido identificados los autores materiales del presunto hecho, es imposible adjudicar la instigación de un asesinato.
No está probado, de existir ese presunto crimen, que haya muerto por odio a la Fe. En todo caso sería por su cercanía con los grupos terroristas que asolaban nuestra nación.
La vida de Enrique Angelelli no fue ejemplar. Por el contrario, su prédica sembró odio y resentimiento.
Esta situación inexplicable y que causa escándalo sólo puede ser respondida por una persona.
¿Por qué, Francisco?
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