«Te confieso si estás vacunado»

El título de esta nota hace referencia al post publicado por Marco Tosatti en su blog Stilum Curiae en el que reproduce una carta recibida de una religiosa. Ésta narra que no solo se les exige contar con el “green pass” para participar de la Santa Misa, sino que también se les exige estar vacunados para acceder a la confesión.

A eso hemos llegado.

Se ha producido una especie de “grieta”, como gustan llamar ahora a las divisiones, incluso entre los católicos. Sin ir más lejos, en mi propia familia soy el único que se ha vacunado. Ni mi mujer ni mis hijos (ahora solo quedan dos en casa, ya que otros dos que se casaron en los últimos meses ya no están) se han vacunado y no piensan hacerlo. Caso curioso el nuestro, ya que de los cuatro que quedamos, soy el único que no se contagió; mi mujer y mis dos hijos sí enfermaron con el coronavirus, pero todos se enfermaron antes de que yo me vacunara, por lo tanto mi excepción no es atribuible a la vacuna. Después sí lo hice, con la vacuna rusa, que siempre me resultó la más simpática, vaya a saber el porqué. Pero no por eso creo que estoy a salvo de la enfermedad, pues está demostrado que los vacunados también se infectan.

Pero lo importante aquí es que la avalancha mediática compulsiva para hacernos creer que quien no se vacuna es un réprobo social que no merece la mínima misericordia ha alcanzado niveles de patología social. Hasta la Iglesia se ha hecho eco de esta psicosis sin sentido.

Quienes no se quieren vacunar tienen sus motivos para pensar en no hacerlo. Empecemos por algo meridianamente claro: las vacunas no son todo lo eficaces que nos quieren hacer creer. Voy a un solo ejemplo: el presidente de la Argentina, el impresentable Alberto Fernández, habiendo recibido las dos dosis de la vacuna igual se enfermó. Otra razón es que las vacunas no tienen la aprobación definitiva que requieren los estándares internacionales, con lo cual no está claro qué consecuencias pueden tener en determinados organismos. Y otra razón más, opinable y discutible, es que quienes recomiendan y apestillan a los gobiernos para que procedan a la vacunación apremiante de la población son organismos tan deleznables como la ONU, la OMS y algunos más, lo cual no hace otra cosa que crear desconfianza en quienes tienen claro para qué han servido, en general, las actividades de estas entidades. Eso a modo de síntesis.

No obstante lo anterior, creo que es de sentido común aceptar que la vacunación masiva ha puesto un freno a la infección generalizada de la población. Negarlo sería una necedad. Que ha habido casos puntuales en que la vacuna ha provocado deterioros en la salud, incluso hasta provocar la muerte de algunos, también es cierto, pero debemos coincidir en que han sido casos excepcionalísimos.

Es cierto que el panorama es harto borroso en cuanto a las vacunas. Que ésta sirve, que ésta no sirve, que aquella es más o menos eficaz. Y ahora con la variante delta, la variante gamma, la cepa andina, la cepa sudafricana y la mar en coche, el panorama es todavía más confuso porque resulta que habría que aplicar una tercera dosis. En fin.

A quienes sostienen que es un deber moral vacunarse para no correr el riego de transmitir la enfermedad a otros podría decírsele que resulta que los vacunados también contagian el virus y además, si la vacuna fuera tan eficaz ¿qué problema hay en que alguien no se vacune si al vacunado no lo va a contagiar? En todo caso quien corre el riego es quien no ha querido vacunarse.

Hemos llegado al extremo de que los laboratorios, por lo menos en la Argentina, han logrado blindarse legalmente por una ley que los exime de las responsabilidades penales y civiles sobre las consecuencias que pudieran ocasionar al inocular su vacuna. Increíble.

Pero del otro lado también tienen lo suyo. Hoy en internet pululan los sabiondos que descifran las intenciones de los laboratorios, los que descubren la gran confabulación mundial e inventan lo de los microchips y que atrás de esto está Soros y Bill Bates y algún otro. O del caso de la sobrina de mi amigo que su novio vive a la vuelta del quiosco, que tiene un amigo que se vacunó y entonces le empezaron a salir hongos en el cuerpo, etc, etc, etc. Fábulas y cotorreo. ¿Putin también es parte de la confabulación de los Soros, Gates y demás plutócratas? ¿Cómo hicieron los conspiradores para asegurarse que todos los laboratorios fabricantes incluyeran en las vacunas elementos nocivos, a corto, mediano o largo plazo, para asegurarse el control de la natalidad a nivel mundial?

Quienes no se vacunen saben que cuentan con una herramienta menos, no es la única ya que ha habido otras terapias exitosas, para evitar el contagio. Saben bien que se están arriesgando.

Quienes nos hemos vacunado sabemos que, en principio, contamos con una herramienta más para evitar el contagio y que la potencia del virus se verá aminorada, esperemos que sea así, en nuestro organismo en caso de contagiarnos, aunque esta seguridad no sea absoluta. Pero no sabemos a ciencia cabal si esta vacuna no tendrá alguna otra consecuencia en el futuro, porque ninguna tiene la aprobación requerida.  

Dejemos, creo yo, que cada uno decida según su discernimiento propio. Dios nos dio algo que se llama uso de razón, y a ella y a Él debemos apelar para tomar decisiones importantes.

Pero que nadie venga a imponernos lo que debemos hacer. Ni siquiera el Papa. Y, por supuesto, que ningún curita de pueblo me niegue la confesión si no estoy vacunado.

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