Control de Daños

La vieja doctrina militar, y supongo que en este tema seguirá vigente, catalogaba como una operación específica, con sus principios y su forma de ejecución particular, al llamado Control de Daños.

Esta operación consistía, básicamente, en tomar todas las medidas al alcance del comandante en cuestión para reducir al mínimo las consecuencias de una catástrofe natural o de una acción propia de las operaciones bélicas.

Algo similar, en cuanto a aminorar las derivaciones indeseadas del último documento que emitió la Congregación para la Doctrina de la Fe respecto a los homosexuales, es lo que ocupa con máxima premura al Vaticano y al propio Papa Francisco.

Hoy leemos en La Nación y en el sitio Secretum Meum Mihi que el Papa habría criticado el documento que emitiera el Cardenal Ladaria.

Ya el inefable Sergio Rubín escribía, ni bien salido el escrito de Ladaria, poco menos que con lágrimas en los ojos, lo que le había costado a Francisco aprobar el documento condenatorio a un “colectivo” tan cercano a su corazón. Y hay que ver que Rubín no hace más que transcribir lo que el Papa quiere. Deplorable.

Y ahora sale el artículo de Elisabetta Piqué, otra escriba del papado actual, en La Nación y el de su marido, un ex jesuita. Ambos personajes son extremadamente cercanos a Francisco. Nunca escribirían algo que fuera en contra de lo que el pontífice piensa o quiere.

¿Creía Francisco que la jugada de Ladaria le saldría gratis a él, delante de toda la progresía y la izquierda mundial?

¿Tan grotesco fue el error de cálculo respecto a la aceptación de este documento?

Este escrito de la Congregación para la Doctrina de la Fe para la relación de Francisco con el mundo ha resultado una verdadera catástrofe.

En mi opinión, y es solo eso, mi opinión, ya se estarán arrepintiendo en los círculos cercanos al Papa de haber dado paso a su difusión.

En menos de cuarenta y ocho horas, más de mil sacerdotes y religiosos de Alemania y unos cuatrocientos de Austria, han declarado que no obedecerán lo dispuesto en el paper de la Congregación de Ladaria. A eso hay que sumarle las declaraciones en el mismo sentido de varios obispos.

No alcanzará con esto, con el artículo de la Piqué, para lavar una imagen. Es muy poco. Sobre todo porque las frases que los enviados de La Nación toman del Angelus de hoy del Papa para demostrar que critica el documento son poco consistentes.

El Vaticano deberá hacer mucho más para convencer al mundo que no quiso decir lo que dijo en ese documento aprobado por Francisco. La Iglesia deberá humillarse mucho más para que el mundo le perdone esta insólita afrenta al universo homosexual.

Todo estará encaminado ahora a congraciarse con el mundo de la sodomía y de la contra-naturam; para evitar que Elton John o el jesuita James Martin se enfaden y critiquen la “hipocresía” del Vaticano, y para evitar que gran parte de los episcopados del norte de Europa se maldispongan con el Papa.

Pero, probablemente, todo lo que se haga no alcance. Francisco ya no es confiable para el mundo de la contra–iglesia, a quien todo le parecerá poco.  

El ritmo de las acciones conducentes a la apostasía y al cisma es cada vez más vertiginoso.

Para muchos observadores, en particular los periodistas, siempre tan ignorantes y tendenciosos, se trata de una guerra entre conservadores y progresistas; en la cual, por supuesto que los malvados son los conservadores.

Lo que no se llega a valorar es que lo que está en juego es la salvación de las almas.