Sobre la difamación

pell

A una mujer que se confesaba frecuentemente de hablar mal de los demás, San Felipe Neri le preguntó:

— ¿Te sucede con frecuencia hablar mal del prójimo?

— Muy a menudo, Padre -responde la penitente.

— Hija, creo que no te das cuenta de lo que haces. Es necesario que hagas penitencia. He aquí lo que harás: mata una gallina y tráemela enseguida, desplumándola por el camino desde tu casa hasta aquí.

La mujer obedeció, y se presentó al santo con la gallina desplumada.

— Ahora -le dijo Felipe-, regresa por el mismo camino que viniste y recoge una por una las plumas de la gallina…

— Pero eso es imposible, padre -rebatió la mujer-, con el viento que hace hoy no podré encontrar más que unas pocas.

— También yo lo sé -concluyó el santo-, pero he querido hacerte comprender que si no puedes recoger las plumas de una gallina, desparramadas por el viento, tampoco puedes recoger todas las calumnias levantadas y dichas de mucha gente, y en perjuicio de tu prójimo.

Esta muy conocida anécdota, referida a San Felipe Neri, fue lo primero que me vino a la cabeza cuando leí la noticia de la absolución del cardenal Pell, en Australia.

Es cierto que fue liberado, luego de haber estado encarcelado un año y habiéndosele prohibido por parte del Vaticano el ejercer su ministerio mientras duró su encarcelamiento, pero su buen nombre, aunque haya sido declarado inocente, ha quedado en entredicho.

Desde el principio, muchos conocedores de los entresijos del caso sostuvieron que era una clara infamia e injusticia haber llevado adelante este proceso y que se debía a manejos al más alto nivel de la curia vaticana, debido a la limpieza que Pell llevaba adelante en las corrompidas finanzas de ese estado.

Como quiera que sea, el caso ha sido tan amañado que la absolución dictada por el máximo tribunal australiano, compuesto por siete miembros, fue por decisión unánime de sus integrantes.

Nos preguntamos cómo es que un caso llega a la máxima autoridad judicial, después de una doble apelación, y el fallo de las dos instancias anteriores es revertido tan categóricamente. Ninguno de los siete jueces del máximo tribunal compartió lo determinado por los tribunales inferiores.

Evidentemente, todo el proceso llevado adelante contra el cardenal ha sido aberrante desde el punto de vista jurídico.

Pero hay otros aspectos que conviene tener presentes en este caso tan inicuo.

El primero es el referido al regocijo de los enemigos de la Iglesia, con la prensa como mascarón de proa, que se evidenció cuando el purpurado fue encarcelado con motivo de la primera sentencia contra él.

Titulares como “encarcelan al número tres del Vaticano”, por solo citar un ejemplo, abundaron en su momento y recorrieron el mundo entero, entre los titulares destacados, cebándose contra el cardenal Pell, no solo por su altísima jerarquía sino porque también lo encasillaban en el lado “conservador” de la Iglesia. Incluso hubo comentaristas que asociaban, alegremente, conservadurismo con pedofilia.

Hoy, una vez resuelto el caso definitivamente con la declaración de inocencia del cardenal, la noticia escasea; apenas si la encontramos perdida cerca del horóscopo o la agitada vida de la “farándula”.

No esperábamos otra cosa del periodismo; sabemos que en su casi totalidad es enemigo de la iglesia.

Párrafo aparte merece la actitud del Vaticano.

Otra vez, como casi siempre en los últimos tiempos, se mostró servil y adulador del poder temporal, esta vez con el gobierno de Australia, dejando solo al cardenal y apresurándose a quitarle sus licencias ministeriales en su momento.

Con el resultado de todo el proceso, favorable al cardenal, el Vaticano emite un comunicado más apropiado para un comentarista neutral que para la Santa Sede.

¿Cómo es que la Santa Sede ha confiado siempre en la justicia australiana?

¿No le surge ninguna duda sobre la idoneidad de los tribunales australianos después de ver semejante aberración jurídica? Los jueces prevaricadores que han sometido a un cardenal a un año de prisión injusta y humillante, ¿son confiables para la Santa Sede?

¿El Vaticano no va a exigir que Australia se disculpe públicamente?

Y el párrafo final suena más a “siempre listo para entregar a nuestros sacerdotes al mundo” que a otra cosa.

Pero también surgen de este caso consideraciones de otro tipo.

Es innegable que ha habido un número vergonzoso, inimaginable, de miembros de la Iglesia que han cometido delitos ignominiosos, de esta índole. Eso es irrebatible.

Pero también existe un sinnúmero de sacerdotes y religiosos acusados injustamente, que han debido soportar, y algunos soportan todavía, que su buen nombre haya sido puesto en duda. Hay muchos casos que no han recibido la reparación debida.

Normalmente el móvil de estas denuncias infundadas e interesadas es el dinero. Pero hay otras como la envidia, el resentimiento o el querer desprestigiar a una persona o a una institución. Y entre los denunciantes falsos hay de todos los pelajes y cataduras, incluso sacerdotes. Conocemos el caso de quien acusó a un sacerdote de abusar de otro sacerdote y, llevado a los tribunales canónicos por sus habladurías, tuvo que desdecirse y trasladar, cobardemente, la responsabilidad a otra persona que le ´”había dicho eso”. O acusar a otros sacerdotes de encubridores, en casos del mismo tenor, y, al proceder los acusados a llevar el caso a instancias canónicas, ser rescatado por un obispo llevándoselo con él para salvarlo de las consecuencias de su proceder malicioso. Repito que estamos hablando de un sacerdote. Ahora, toca la guitarra. No se dedica a juntar las plumas de la gallina que desparramó.

En fin, hay de todo en la viña del Señor.

Queda, entonces, nuestra alegría por el desenlace favorable para el Cardenal Pell, y que su honra ha quedado a salvo, como lo deseamos desde un primer momento. Que Dios lo siga acompañando.

 

 

 

 

 

 

 

Un comentario sobre “Sobre la difamación

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  1. Ha sido hallado digno de imitar perfectamente a su Maestro. Será recompensado con el premio prometido a la 8va bienaventuranza. ¡Danos Señor santos obispos, como éste, dispuestos a sufrir por tu Amor!

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