Extra Wanderer Nulla Salus

Me hace llegar un amigo un artículo de Rubén Peretó Nosecuanto. En realidad no sé si es Nosecuanto porque unos me han dicho que es Rivas y otros Rivarola. Voy a mantener los tres, para no errarle.

Resulta que el artículo de Peretó Nosecuanto Rivas o Rivarola, conocido como Wanderer, no tiene desperdicio.

Me atrevo a calificar su contenido como una verdadera divisoria de aguas en la historia de la Iglesia Católica.

¿Pueden creer, amables lectores, que la mayoría de nosotros hemos estado, hasta hoy, fuera de los que nos salvábamos?

En la historia eclesiástica habrá un antes y un después de la publicación de este artículo, que está originado en el comentario de un post, como gusta decir al dueño del blog, anterior. No voy a publicar el comentario del lector de ese blog porque le quitaría lectores a Rubén; si lo quieren leer entren y léanlo por su cuenta.

El comentarista dice que el 95% de los católicos vive en un mundo rosadito y esperanzador y el otro 5%, no. Rubén, ágil en eso de deducir consecuencias, afirma que ese 5% es el que está en la verdad, el que “ve lo evidente”; pero lo corrige al comentarista y dice que se le fue la mano, que es mucho el 5%; que es muy exagerado.

¿Ponemos el 1%, Rubén?

Saquemos cuentas rápidamente y… si los católicos somos 1.000 millones, el porcentaje del 1% se traduce en 10 millones y si la humanidad, actualmente, está compuesta de 8.000 millones, esos 10 millones representan poquito más de 0,15 % de la humanidad. ¡Epa!…Mirá que suerte tienen los lectores de Rubén, están dentro del 0,15 % por ciento que se salva. Casi como para tener la certeza que si juegan al Quini 6, lo ganan. ¡No se puede tener tanta suerte, Rubén!

Pero hay más, mucho más en el “post” de Rubén; porque es riquísimo en enseñanzas.

Previo a eso, Rubén querido, un consejo humildísimo, humildísimo: hablás dos veces del “mundo rosa”, como si lo conocieras bien. ¡Attenti, Rubén!, la gente es mala y habla.

El consejo que sigue es para los miles de misioneros que tiene la Iglesia, para las monjas enclaustradas o que están entre leprosos y enfermos o que enseñan el catecismo, para los párrocos que llevan a Dios a su parroquia y a veinte capillas más, en fin, todos: ¡paren la rotativa!, lean primero a Rubén y después vean si siguen en ese mundo rosa o “ven lo evidente”.

Vamos a lo jugoso de las enseñanzas de Rubén; porque supongo que el lector está ávido de incorporarlas y asimilarlas a su vida cotidiana.

Resulta, nos alecciona Rubén, que hay gente que es “piadosa a su  manera”. Pregunta de un ignorante cualquiera, como yo: ¿hay una forma estándar de ser piadoso? ¿Hay una forma canónica de serlo? Porque todos tenemos nuestra particular forma de ser devotos; todos, siguiendo la tradición, las enseñanzas de la Iglesia y de los santos, adaptamos esas enseñanzas a nuestra forma de ser.

Después, hay una enseñanza clarísima, indiscutible, sobre el verdadero peligro que representan las monjas. Rubén dixit: “creo que las monjas son una especie del género femenino sumamente peligrosa para los demás y para sí mismas”. Y lo pone como juez infalible, nada menos que al P Castellani. ¡Qué suerte que Rubén nos abre los ojos! ¿Saben el peligro que representó Santa Teresa de Ávila o el peligro extremo de Santa Teresa de Calcuta? ¡Gracias, Rubén!

Pero hay algo que me da vueltas, Rubén. ¿Sabés que de chiquito me enseñaron que a las mujeres no se las ofende? No sé qué educación recibiste vos, pero a mí me enseñaron que ante una mujer siempre hay que comportarse como un caballero cristiano.

Lo que no tiene desperdicio es la parte en que Rubén nos advierte que estamos próximos a aceptar la homosexualidad como doctrina firme de la Iglesia y que eso está mal. Y, según él, ya aceptamos la comunión de los divorciados.

¿Sabés que no, Rubén? No, no aceptamos la comunión de los divorciados, ni la homosexualidad.

De todas formas, ¡gracias Rubén! ¡Qué suerte que nos advertiste! Ya, casi, casi, que la aceptábamos.

Hay una cosa en que sí me espabiló Rubén: la gente perteneciente al Opus Dei es malísima, porque no quiere ver lo que él ve. ¡Pensar que yo conozco unos cuantos del Opus Dei y me parecía gente buenísima! Yo veía, en muchos de ellos, un afán honesto por buscar la santidad. Pero, si Rubén lo dice. Lo mismo con la gente del IVE, Legionarios, FASTA, etc.; están todos muy equivocados.

Hay una cosa que me decepcionó, Rubén, te tengo que ser honesto. Lo ponés como ejemplo al P Santiago Martín. ¿No sabías vos que ese cura es súper recontra neocón? Alguien te debe haber pasado mal el dato, ¿o fue en tu blog que vi que hablaban mal de él? ¿No te acordás que, ¡horror de los horrores!, celebra la misa novus ordo?

Voy cerrando este escrito porque todos querrán ir a leer a Rubén.

Dos cosas le pedimos, le imploramos, a Rubén.

La primera: decinos donde firmás vos el carnet que acredita que somos católicos, porque queremos tenerlo y recibirlo de tus manos.

Segunda petición: Rubén, queremos ser como vos, esperamos que en el próximo post nos digas qué es lo que hay que hacer para parecernos, aunque sea un poco, a vos. Decinos qué hay que hacer con la Iglesia.

No podemos contener nuestra ansiedad por recibir la segunda parte de tu escrito.

Cierro con una aclamación que me brota, espontánea, del alma: ¡Rubén Peretó Nosecuanto Rivas o Rivarola, santo súbito!

2 respuestas a “Extra Wanderer Nulla Salus

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  1. El tal Wanderer tiene algunas ideas extrañas… Véase, por ejemplo, esto que dice en su blog:

    «La supremacía de Pedro fue entendida en el primer milenio de la fe como la de un juez de suprema instancia, y nunca como un poder de jurisdicción inmediata sobre cada uno de los bautizados, lo que me parece una barbaridad y que, en el fondo, mina la apostolicidad de la Iglesia»

    (caminante-wanderer.blogspot.com/2009/08/religion-en-rusia-el-quid-segun-el.html).

    Tal afirmación sobre la potestad de jurisdicción del Sumo Pontífice, tal como suena, no es conforme a lo definido en la Pastor aeternus. Pero incluso llega a calificar lo allí definido como una «barbaridad», «desconocida en el primer milenio de catolicismo» (los modernistas estarían de acuerdo en parte con esto: de allí que en el fondo no sale del problema que tanto ataca), que «mina la apostolicidad»… Más bien esto que dice es una completa barbaridad. De allí que, lógicamente, rechace la oportunidad de la formulación del dogma.

    Además de que criticar la oportunidad de una formulación dogmática no deja de ser una crítica, en cierto sentido, a la Revelación misma divina, que dicha formulación expresa. Un dogma no es un invento del Papa de turno, sino una verdad revelada por Dios y propuesta por la Iglesia para ser creída por los fieles. Su formulación no puede ser sino siempre una bendición, en cuanto implica el preciso conocimiento de la verdad que Dios nos ha revelado. Que quizá pueda llegar a ser ocasión material para algún error…: bueno, si es por eso, entonces se debería eliminar la Revelación de la doctrina de la gracia (que el protestantismo malinterpretó), de la Santísima Trinidad, de la Encarnación…, en fin, de todo lo que los herejes han entendido mal, por hacerlo al margen del magisterio infalible de la Santa Iglesia. Qué inoportuno estuvo Dios en revelar todo eso, ¿no?

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  2. Y hay más. Dice el tal Wanderer en el mismo post:

    «¿Pero es que Ud. está negando que el Espíritu Santo procede también del Hijo y no sólo del Padre?
    – Yo no niego nada y creo todo lo que la Iglesia me manda creer. Pero, sinceramente, ¿quién puede saber de qué tipo son las relaciones internas de la Trinidad? Y, aún más, ¿tiene algún sentido hoy discutir y mantener un cisma por ese motivo? Me parece que la procesión va por otro lado».

    La Santa Iglesia ha definido el «Filioque», i.e., la procedencia del Espíritu Santo del Padre y del Hijo. ¡¿Y ese tal se atreve a decir: «¿quién puede saber de qué tipo son las relaciones internas de la Trinidad?»?! No estamos hablando de lo que dice un cualquiera, sino de lo que define de modo infalible la Esposa de Jesucristo, a la que El mismo confió el depósito de la divina Revelación para su custodia. Por eso, de nuevo: esa pregunta, a mi entender impía y agnóstica, la suscribiría gustoso un modernista cualquiera, para quien la Iglesia no es nadie para definir nada…

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