¿Sharon o Eleazar?

Miratelescopica

En la guerra del Yom Kippur, en octubre de 1973, entre un puñado de países árabes liderados por Egipto y Siria contra Israel, las fuerza egipcias sorprendieron a los israelíes con una muy poderosa ofensiva en el Sinaí, avanzando decididamente hacia los objetivos previstos.

Los israelíes contraatacaron en el frente egipcio con una fuerza encabezada por Ariel Sharon quien comandaba una brigada blindada, reforzada con un batallón de paracaidistas y que dependía del general Eleazar, comandante de las Fuerzas de Defensa. El hecho es que Sharon, que tenía la misión de establecer cabezas de playa sobre las márgenes occidentales del canal de Suez, cumplió con rapidez su cometido e informó que estaba en capacidad de proseguir la ofensiva, más allá de los límites que le habían sido impuestos. Él quería explotar una situación que aparecía muy ventajosa por la debilidad del enemigo en su sector. Su superior, que también era un oficial brillante, no estaba tan de acuerdo y prefería asegurar los objetivos conquistados, reorganizarse y luego desarrollar un movimiento más metódico y controlado. Nunca quedó claro si fue por malas comunicaciones o por órdenes poco precisas, pero la realidad es que Sharon impuso su criterio y, al borde de la desobediencia, conquistó los objetivos que le parecieron adecuados. Cuando se produjo un alto el fuego, la carta de situación mostraba a grandes fuerzas árabes ocupando el Sinaí, pero una fuerza importante judía, dentro del territorio egipcio, envolviendo a la mayor fuerza enemiga y amenazando nada menos que a la capital del país enemigo. Conclusión: la guerra finalizaba con una paz – empate. Una acción táctica había modificado la situación estratégica. Israel había salvado una situación más que apremiante y Egipto nunca más volvería a ser una amenaza real.

Este ejemplo histórico, espero, sirva como introducción a algunas consideraciones que, creo, deberíamos hacernos los católicos luego de los sucesos que rodearon el fracaso de la ley del aborto en nuestro país. Y hablo exclusivamente de los católicos, no de quienes nos acompañaron en este acontecimiento y que no profesan nuestra Fe.

Es innegable que el resultado exitoso de este esfuerzo, que potencia el ánimo, sorprendió, por su magnitud, a propios y extraños.

Detrás de este acontecimiento tan trascendente está lo que se dio en llamar el Gigante Dormido, que despertó.

¿Cuánto de católico hubo en ese despertar?

¿Cuánto de evangélicos o de “independientes”?

Imposible saberlo con exactitud. Sí está claro que el “factor católico” fue muy importante a lo largo de todo el país.

¿Qué hacer con este capital social y político que el catolicismo tiene entre manos?

¿Estamos en condiciones de influir políticamente en el país después de muchos años de no poder hacerlo?

¿Estamos en condiciones de hacer algo más que resistir leyes inicuas? ¿Podemos aspirar a una actitud más de reconquista que de defensa?

O, quizá, la pregunta fundamental sería: ¿queremos los católicos, realmente, luchar por el reinado social de Cristo?

Los sacerdotes, los obispos, los simples laicos, ¿tenemos claro que el fin de la actividad en el orden público, social o político, es establecer el reinado social de NS Jesucristo?

Si la respuesta a estas dos últimas preguntas es positiva, podemos seguir avanzando. De lo contrario estaríamos moviéndonos a ciegas; sería como un boxeador que enfrenta a su contrincante con los ojos vendados.

Ahora bien, si el fin está claro, es el momento de examinar los medios disponibles.

Los acontecimientos últimos demostraron que hay muchísima gente dispuesta a batallar. Gente de toda condición social, universitarios, empleados, profesionales, etc.

¿Y los obispos y sacerdotes? No creo que sea homogénea la mirada de ellos sobre este asunto. Pero lo más importante es que no son ellos quienes deben llevar la voz cantante en estas lides. Su función se limita a formar, esclarecer, animar e impulsar la acción de los laicos; porque el campo de acción de la tarea política debe ser ocupado por éstos.

Los católicos argentinos han demostrado que están, de nuevo, de pie. Han demostrado combatividad, tenacidad e inteligencia para enfrentar una situación sumamente adversa, inicialmente, y la pudieron revertir.

Es decir que esta primera batalla ha demostrado que existe sobrada calidad humana.

¿Y los recursos financieros y materiales? ¿Y los medios de comunicación?

No descubro nada si afirmo que son casi inexistentes. Pero para los católicos argentinos eso no es novedoso. Siempre hemos luchado con escasísimo poder financiero y material. En cuanto a los medios de comunicación, los recursos propios son incomparablemente inferiores en número y calidad respecto a nuestros oponentes. Pero también es cierto que las posibilidades tecnológicas actuales, si son bien explotadas, disminuyen considerablemente esa diferencia.

En cuanto a la calidad de la dirigencia propia, el asunto es un poco más espinoso. ¿Existe una dirigencia católica? ¿Esa dirigencia es representativa?

Históricamente, la acción política de los católicos argentinos se ha visto ensombrecida por disensos y fracturas que, en más de una ocasión, hizo fracasar acciones y oportunidades que debieron haber sido aprovechadas.

No existe, actualmente, un grupo dirigente nítido. Probablemente el andar y el desarrollo de los acontecimientos hagan que surjan los líderes que deban encabezar y conducir la acción. La experiencia nos dice que si algo es necesario en una etapa inicial en estas lides es la grandeza de espíritu, para ceder en lo que se pueda y, también, para asumir responsabilidades.

¿Qué formas deberá adquirir esta acción política? ¿Se incorporará como un partido más a la partidocracia liberal? ¿Se limitará a dar batalla cada vez que se amenacen nuestras creencias religiosas? ¿Buscará impregnar todos los ámbitos del quehacer nacional con la doctrina social de la Iglesia en forma inorgánica?

Esas definiciones, creo yo, serán responsabilidad de la dirigencia de la que hablábamos más arriba y serán resultado de decisiones prudenciales luego de haber sopesado cada uno de los factores que puedan influir en la situación.

Todos estos interrogantes sueltos nos estamos planteando los católicos que queremos que en nuestra patria las cosas se modifiquen rotundamente. La Argentina si no es católica no es la Argentina.

La situación actual se ve conmocionada por el resultado del ocho de agosto. Estamos en una situación parecida a la de las tropas judías en la guerra del Yom Kippur, cuando alcanzaron sus objetivos en el canal de Suez. ¿Mantenemos una actitud conservadora como el general Eleazar o aprovechamos, como Sharon, el envión de una ofensiva exitosa y nos proponemos alcanzar objetivos más profundos que descoloquen y desanimen a los enemigos de la Argentina católica?

Llega la hora de grandes decisiones. Y hay que tomarlas. Lo que no puede existir es parálisis por análisis.

Pero hay algo más que dejo para el final por ser lo más importante. Cualquiera de los caminos que se decida seguir, la acción política que se adopte, las estrategias, alianzas o modos de acción, son cuestiones que deben tener su fundamento en una vida cristiana ejemplar. Sobre todo en los tiempos que corren. Vamos a empapar de cristianismo la vida pública, en la medida en que nuestra vida personal, nuestra vida interior, sea reflejo del Evangelio. De lo contrario será imposible. Nadie puede dar lo que no tiene.

Liberales y marxistas han desfigurado el rostro de la nación.

Devolvámosle su hermosura original para Cristo.

2 comentarios sobre “¿Sharon o Eleazar?

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  1. Excelente reflexión. Pensar en la incorporación a la partidocracia liberal, como una fuerza organizada de perfil propio, sería un grave error. Es un camino minado. Lleno de trampas. Moriría en el intento. Lo primero en la guerra según Sun Tzu.es conocerse a sí mismo y conocer al enemigo. Luego profundizar la guerra cultural. En una mobilización creciente con objetivos tácticos claros y precisos. El objetivo estratégico: la Restauración Católica en la Patria.

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  2. Muy bueno. En principio, coincido con lo que dice Luis Álvarez Primo pero también hy que tener en cuenta lo que dice el autor: «Llega la hora de grandes decisiones. Y hay que tomarlas. Lo que no puede existir es parálisis por análisis».
    Y me temo que esté ocurriendo algo de eso.

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