A las tres menos cuarto de la madrugada de hoy, cuando el tablero lumínico sentenció el rechazo a la ley Macri por el Senado, y en medio de los gritos, saltos, llantos y abrazos, solo atiné a hacerme la señal de la cruz. Porque esta victoria, enorme, solo podía ser adjudicada a la misericordia divina y a la intercesión de la Virgen de Luján, patrona de la patria.
El día había empezado con una de las ya clásicas burradas presidenciales cuando, al referirse al debate que comenzaría más tarde, nos propinó una profundísima reflexión: “No importa el resultado; hoy gana la democracia”. Uno se pregunta cómo es que este muchacho llegó a la presidencia. Y también se pregunta si no hay quien lo asesore para que deje de ser el hazmerreir de la sociedad.
Algunos días antes, Clarín, el mayor vocero de la progresía argentina, había hecho alusión al despertar de un gigante dormido.
El día anterior, el New York Times publicaba una contratapa verde, pagada por Amnesty International, en apoyo a la legalización de la ley.
Ya no era, solamente, el poderío zurdo – progresista vernáculo; ahora se metía, en forma manifiesta, uno de los órganos de prensa que más representa a la masonería y al gobierno mundial.
Durante el trayecto al Congreso, donde esperaríamos el resultado de la votación, un viejo amigo me manda un mensaje: “algo estaremos haciendo bien. El mundo inmundo está contra nosotros…”
Y si. Era evidente. Se estaba a las puertas de uno de los mayores sucesos de la “buena gente”, como diría Juan Luis Gallardo, de las últimas décadas en este país. Y el mundo, entendido como lo entiende el catecismo, había mostrado sus dientes a esa buena gente.
En la noche del ocho de agosto, el Gigante Dormido de Clarín, estaba bien despierto. Bajo la lluvia, con una larguísima espera, velaba por esa victoria que asomaba.
Se percibía cierta tensión disimulada, porque se esperaba que el establishment, el régimen, jugara una última carta para que el rechazo a la ley no fuera total. De hecho, algún medio de comunicación adelantó que uno de esos enjuagues partidocráticos se estaba urdiendo esa misma noche. Pero no prosperó. Y la ley fue descartada.
¿Quién es ese gigante dormido?
Cuantitativamente, si nos atenemos a las encuestas, que sobreabundaron en estos días, se trata de la mitad del país. Poco más, poco menos.
Si hay alguna característica, que se palpa de inmediato, es que es amorfo.
No tiene forma definida, salvo que la inmensa mayoría de sus componentes tiene en común el sentido común. Así de simple.
Sí, por supuesto, la levadura de esta masa es el sentimiento religioso, la creencia religiosa. La gran mayoría de esta gente es católica o evangelista. Hay algo de judíos, pero también hay gente suelta. Más de lo que sospechamos. Es el caso de gente impensada, como Amalia Granata o Nicole Neumann. Y hasta progres, como el político cordobés Luis Juez, que nos sorprendió para bien, una vez en la vida, diciendo que el aborto es la muerte de un inocente.
¿Hay líderes natos en este gentío tan diverso?
No.
Ni siquiera los obispos. Gran parte de los católicos no los considera como tales.
¿Es duro decir esto? Claro que es duro, pero más duro es constatarlo.
Doy un ejemplo de esto último.
Estábamos esperando la votación y tocaba, en el escenario, una horrible banda de rock. Eran evangelistas. Pésimos músicos, según mi pobre criterio artístico. Al fin de la primera canción, el cantante le dice a la multitud: “ayer, alguien de afuera le dijo a nuestros senadores que el mundo los estaba mirando. Pero yo les digo a estos senadores que el cielo los está mirando”. Explosión de aprobación del público. Al lado mío, un muchacho católico pregunta:
-¿Por qué nuestros obispos no pueden hablar así?
No hay líderes definidos. Lo cual no deja de ser, en algún sentido, bueno.
Otra característica, que la opinión pública ya percibió, es que esta gente prioriza sus creencias religiosas, vitales, por sobre su pertenencia a algún sector o partido político. Y por supuesto que los líderes políticos del régimen ya se anoticiaron de eso, para su disgusto.
Con el slogan “con aborto no te voto”, que el Gigante Dormido explicitó, los políticos pondrán sus barbas en remojo.
Otra particularidad de este fenómeno, también sorpresiva, es que esta masa informe es movilizable. Y con las posibilidades de comunicación actuales y las redes sociales bien empleadas, fácilmente movilizable.
Muestra de ello es la enorme concentración, alrededor de medio millón de personas, que los evangelistas concentraron en el obelisco poco antes de la votación de los senadores.
La Iglesia Católica había hecho lo propio en Luján, con la adhesión de todos los obispos, y no llegó ni a la mitad de los evangelistas. Repito, todos los obispos. De ese dato, catastrófico para la Iglesia Católica, todo el mundo tomó nota. Los evangelistas, los primeros.
Pero el hecho significativo es que el Gigante, si no la ganó, peleó la calle, de igual a igual, con la izquierda; amplia dominadora, por décadas, de este campo de acción.
También, y como dato sociológico, podemos decir que hay un rasgo más que es muy importante. La acción la realizan componentes de todas las clases sociales, de todas las edades, hombres y mujeres y en todos los ámbitos de difusión.
Veremos cómo evoluciona el andar de este indefinido nuevo protagonista de la actualidad del país.
Nadie previó la aparición de este prodigio social y político como consecuencia de esta caja de sorpresas que abrió Macri.
El gigante pacífico, adormilado, que a nadie molestaba, ha dejado de ser pasivo. Por ahora para bien.
Este nuevo personaje, el Gigante, digo, no solo se despertó sino que ahora tiene conciencia de que es fuerte y que, si se conduce bien, tiene mucho para decir y hacer. Y tiene con qué hacerse valer.
El primer gran desafío que tiene es consolidar este triunfo. Porque no hay que ser iluso. Esta victoria, por ahora, está atada con alambre. El régimen, básicamente anticristiano, no va a digerir este hecho fenomenal, sin más. Va a volver a la carga. Y en poco tiempo. Y va a redoblar la apuesta, con todos sus medios. Porque la imposición del aborto es una exigencia externa, del poder internacional. Y Macri y su gobierno están rindiendo su examen en este rubro, por ahora con un aplazo.
Pero no seamos aguafiestas. En nuestro interior, más allá del alivio, es importante sentir una intensa alegría. Por el trabajo hecho y por el resultado. Valió la pena tanto esfuerzo de millones de personas. Las ansias y el sacrificio, la incertidumbre, los disgustos, la inversión de tiempo, etc., han llegado a buen puerto.
Pero esto recién empieza. O, mejor dicho, continúa. Con otras formas. La diferencia es que hoy la esperanza es un poquito más grande. La lucha continúa.
¿Cuándo termina? Nunca.
La lucha termina, con nosotros derrotados, cuando creemos que el combate terminó.
Recordemos una vez más la cita bíblica: milicia es la vida del hombre sobre la tierra.
Para esto hemos nacido, para dar testimonio de la Verdad.
Y si esto, esta nueva ilusión, se derrumbara, habrá que buscar otras.
Para el cristiano, la esperanza se acaba cuando nos rendimos.
Por último, creo también que nació cierta mística combativa. Incipiente, difusa, poco clara, pero real.
No es para menos, ayer, en la Argentina, David venció de nuevo a Goliat.
Si ha llegado a buen puerto esta lucha. Pero es un puerto intermedio. La alegría hay que mantenerla porque somos de Cristo que el ha vencido en la Cruz.
Ella, la Santísima Virgen no nosaabandonará. Un abrazo
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