Los Ombuses de Falucho es el título de una novela que Juan Luis Gallardo escribiera hace unos cincuenta años. En ella, con su gracejo habitual y su formidable estilo descriptivo de personas, costumbres y lugares, el autor nos introduce en la vida de un pueblito rural, perdido en la pampa bonaerense, que, de ignoto e intrascendente, pasa, en un santiamén, a ser portada en los diarios de todo el mundo porque sus habitantes se oponen al trazado de una autopista universal. Y la oposición la hacen con todas las herramientas lícitas a su alcance.
En esta novela, que recomiendo con énfasis a padres de adolescentes, el mundo ha suprimido las nacionalidades, existe un gobierno central que dicta las políticas a seguir por las administraciones regionales que le dependen. Contra este poder centralizado y omnipotente es que se enfrentan los habitantes de General Falucho, tal el nombre del pueblo, a raíz de que el trazado de la autopista no respeta la existencia de un ombú legendario, emblema del ejido rural.
El ombú, desde luego, era el alma del pueblo.
Wikipedia no nos dice nada de General Falucho, pero si nos dice sobre Suncho Corral, un pueblo de Santiago del Estero, de no más de seis o siete mil habitantes, de la Argentina profunda, de las napas geográficas y sociales que menos contaminadas están por la cultura perversa de la sociedad moderna.
Resulta entonces que estos santiagueños, a similitud de los habitantes del pueblo de la novela de Gallardo, han resuelto plantarse ante la Ley Herodes que el gobierno nacional, secundado por los todopoderosos medios de comunicación, quiere legalizar para masacrar a los argentinos por nacer.
Un colegio, el San Miguel Arcángel, con sus directivos, sacerdotes, monjas, profesores y maestros, padres y alumnos, decidió dar un testimonio firme, valiente y decidido de su Fe, desfilando, para el nueve de julio, con sus pañuelos celestes, en clara y serena oposición a esta ley canallesca.
Para colmo, pocos días después, el Concejo Deliberante de la ciudad, emitía un comunicado de apoyo a lo actuado por el colegio.
La progresía nacional, no reaccionó con gran celeridad porque estaba atónita.
¿Quiénes eran estos desconocidos, estos católicos, para desafiar así, en público, lo que el estableshiment argentino se dispone a dictaminar?
Y, en poco tiempo, comenzó a disparar sus andanadas de artillería sobre los rebeldes.
No vamos a enumerar acá a todos los que se cebaron contra la comunidad educativa del colegio y, por ende, contra todo el pueblo de Suncho Corral. Baste constatar todo el arco histérico de la política argentina, pasando por todo el Grupo Clarín, verdadero abanderado desde hace más de treinta años de la revolución cultural anticristiana en la Argentina o personajes repugnantes como Ernesto Tenenbaum, reconocido defensor de la tenencia de pornografía infantil que pretendió refutar en un reportaje al Padre Gustavo Lombardo, hasta que el sacerdote, luego de defender la postura del colegio y rebatir, uno a uno, los argumentos del pornógrafo, optó por cortar la comunicación.
Entonces, el cuadro de situación nos muestra a un colegio muy humilde, que para subsistir, mes a mes, se apoya en la caridad de diversos particulares, en una muy pequeña ciudad de una de las provincias menos ricas del país, afirmando su postura católica frente a este problema gravísimo que el gobierno nacional, el de Mauricio Macri, provocó sin ninguna explicación, sin ninguna necesidad. Este colegio, digo, enfrentado a todo el arco político, mediático, de los opinólogos progres que inundan con sus sofismas, a diario, el alma de los argentinos; los “artistas”, con su vida desquiciada, que siguen formando opinión en nuestra sociedad y que detestan todo testimonio limpio y ejemplar, y gran parte de la sociedad argentina que abomina de la Iglesia de Cristo.
Frente a ellos, este puñado de argentinos nobles, cabales, intrépidos, que han hecho un gran servicio a Dios y a la Patria, suscitando adhesiones a lo largo de todo el país y, muchas veces, de la gente menos pensada.
El Padre Gustavo Lombardo, uno de los capellanes del colegio San Miguel Arcángel, sostuvo, en una de las meditaciones difundidas por internet, hablando de la Dictadura del Relativismo, que las persecuciones por afirmar la Verdad, son apenas una astillita de la cruz que NS Jesucristo sufrió por nosotros.
Seguramente es así, como dice este sacerdote, apenas una astillita de lo que sufrió nuestro Salvador, hablando sobrenaturalmente.
Desde el punto de vista natural, este gesto, de toda la comunidad de Suncho Corral es mucho más que una astillita, es un ejemplo que hace mucho no se veía por estos pagos, todo un pueblo hermanado en la Fe, dando testimonio de la Verdad.
¿Tanta es la decadencia del catolicismo en la Argentina que el testimonio público de un colegio religioso es noticia?
Si la memoria no me falla, la novela de Gallardo describe, en su clímax, la llegada de diversos contingentes de la geografía argentina, en apoyo de los faluchenses. Ellos, los argentinos que arribaban al lugar donde se desataría el combate, no traían muchas armas, no tenían de donde sacarlas, solo se los advertía, a lo lejos, porque los encabezaban los abanderados, con la bandera celeste y blanca, cosa que el gobierno universal había suprimido. Las astas de las banderas eran ramas de lapachos, ceibos, eucaliptus, etc.
Es hora, creo, que después de ver el ejemplo de estos santiagueños, los católicos argentinos, improvisemos nuestras propias astas, y atemos a ellas las banderas de la Fe y de la Patria.
¿Las armas? Las armas nos las dará la Providencia.
Que hermosas palabras y que linda similitud ha marcado con nuestro Colegio y el Pueblo entero.
Que ésta pequeña astillita de la Cruz de Ntro Señor, sirva para evitar la ley asesina de niños indiefensos. UN PAÍS UNIDO EN ESTE CLAMOR. 🙏
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Muy genial! Muchas gracias!
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Recuerdo haber leido esa novela cuando chico al final del secundario. Nunca pensé que algún día eso se convertiría en realidad. Mi admiración para ese pueblo valiente y ejemplar con dos sacerdotes muy bien plantados. Gracias por la evocación.
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Muy bien escrita la similitud, me gustó mucho.
Geniales las autoridades del colegio, firmes en lo que no se puede negociar.
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Muchas gracias por tan noble redacción. Esos días eran muy difíciles ya que sentimos el peso de los gigantes de los medios que querían aplastarnos pero encontramos las Armas para defendernos en la batalla: la Oración, la unión y la confianza en Dios.
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Formidable paralelo entre la ficción de Gallardo y el Colegio de Suncho Corral. Si de algo sirve está hora de tinieblas, es para despertarnos de este proceso de anestesia al que fuimos sometidos. ¡Qué SU llegada, nos encuentro velando!
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Excelente e inteligente comparación de la ficción con la triste realidad; Bien resaltados los valores del Colegio de Suncho Corral; cuando vi el desfile me Di cuenta que la realidad no es tan triste y saliendo del letargo podemos conseguir Fuerza Peso y Voluntades para alcanzar el objetivo «La Vida». Afectuoso Saludo!!!
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